Si pensamos que hacer lo que nos gusta es condición suficiente para ser feliz en el trabajo, nos puede llevar por un camino equivocado y caer al final en la sensación de que esto que nos gustaba ya no nos llena y que, por tanto, deberíamos empezar a buscar alguna otra cosa.

Preguntarme qué tengo que hacer para ser feliz en el trabajo y encontrar una respuesta  a esta simple pero compleja pregunta, me podría ayudar a cambiar significativamente mi actitud, mi visión, mi enfoque y mis resultados en el  trabajo.

Para algunas personas, encontrar una respuesta satisfactoria a esta pregunta  puede ser difícil, porque no les gusta el trabajo que hacen. Acuden a él y lo sufren, porque no les queda más remedio que lograr unos ingresos para cubrir sus gastos y los de su familia. En esta situación, lo fácil sería aconsejarles que cambiaran de trabajo, pero dada la difícil situación laboral en la que nos encontramos, tal vez no sea la recomendación más realista y afortunada.

El éxito no es la clave de la felicidad. La felicidad es la clave del éxito”. Albert Schweitzer

Hay un autor americano de origen húngaro, Mihaly Csikszentmihalyi, que ha escrito mucho sobre cómo conseguir la felicidad en el trabajo, a través de llegar a lo que él denomina “el flujo”. Fue a partir de 1975 cuando empezó a publicar sobre esta idea. David Allen, autor de la metodología GTD (Getting Things Done) también habla de este concepto, aunque este autor lo llama “estar en la zona”, y probablemente lo describa, como lo hace, influenciado por este escritor de apellido impronunciable, al menos para los que hablamos la lengua de Cervantes. En mi opinión los dos términos tienen las mismas características y son dos formas diferentes de definir lo mismo.

Vamos a tratar de explicar que significa estar en “el flujo” o en “la zona” para poder comprender cómo podemos llegar a él.

Si buscamos en la Wikipedia veremos que  Csikszentmihalyi se refiere a que: “el flujo es el estado mental operativo en el cual la persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta. Se caracteriza por un sentimiento de enfocar la energía, de total implicación con la tarea, y de éxito en la realización de la actividad. Esta sensación se experimenta mientras la actividad está en curso”.

Hay una cosa que podemos hacer, y las personas más felices son aquéllas que la hacen tan bien como son capaces de hacerlo. Podemos estar completamente presentes. Estar totalmente ahí. Podemos….prestar toda nuestra atención a la oportunidad que tenemos delante”. Mark Van Doren

Seguramente todos nos habremos encontrado en algún momento en un estado casi mágico en el que sientes que todo fluye, en que  te encuentras tan absorto en una tarea que pierdes la noción del tiempo y de lo que te rodea, en que sientes que tu capacidad está a pleno rendimiento. Las distracciones han desaparecido para que tu concentración se focalice en lo que tienes entre manos. No hay estrés, no hay frustración, no hay aburrimiento. Y hasta el trabajo más difícil parece fácilmente alcanzable.

Mihaly Csikszentmihalyi  se fijó, al comienzo de sus investigaciones sobre la felicidad en el trabajo, en que había unos perfiles de personas creativas como: artistas, pintores, poetas, músicos y trató de entender por qué cuando “trabajaban eran felices”. Además descubrió que, en sus momentos de trabajo creativo, esas personas entraban en una especie de “éxtasis” que les hacía sentir que su vida valía la pena, y que hacer lo que hacían les daba más satisfacción que la fama o la fortuna que pudieran ganar.

También se dio cuenta de que había ciertas personas que, a pesar de que podían tener un trabajo muy prestigioso, o de que podían tener muchas responsabilidades, se encontraban desmotivadas. Además percibió que, después de un cierto periodo de tiempo bajo un mismo puesto de trabajo con independencia de su nivel, en muchos casos aparecía el aburrimiento o la apatía.

Definió un modelo en que dependiendo de dos variables, por un lado nuestro nivel de habilidad para una determinada tarea y, por el otro,  el nivel de reto que suponga dicha tarea para nosotros, nos permite encajar nuestra situación actual dentro de una serie de cuadrantes. Es decir, ante un trabajo que tenemos que realizar, ¿qué sentimiento nos provoca?: ¿relajación, excitación, ansiedad, aburrimiento, preocupación, apatía o sin embargo nos permite introducirnos en “el flujo” para realizarlo?

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Si por ejemplo tu jefe te llama a su despacho a última hora de la tarde y te dice: “tengo un nuevo trabajo para ti que es muy importante para la empresa y quiero que te responsabilices de hacerlo bien”. El día siguiente llegas al trabajo ilusionado y te dice: Tu nueva responsabilidad será encargarte de archivar los documentos de la oficina de manera que solucionemos el caos que tenemos en el archivo.

Ésta nueva función podría ser lo más decepcionante para algunas personas, pero no para todas. Esto dependerá del equilibrio entre sus habilidades y el desafío que le suponga ese trabajo. Para una persona con algunos años de experiencia en su campo y un cierto nivel de responsabilidad, seguro que este nuevo trabajo va a ser muy decepcionante, ya que el nivel de desafío que representa es tan bajo para las habilidades que él posee que, probablemente, sentirá aburrimiento o apatía hacia su nueva situación.

Siempre que te pregunten si puedes hacer un trabajo, contesta que sí y ponte enseguida a aprender cómo se hace”. Franklin D. Roosevelt

Pero si la persona seleccionada para el trabajo es un “becario” que lleva cuatro meses trabajando  en la empresa,  éste podría ser un buen reto: mejorar el sistema de archivo de la empresa. Si la persona considera que tiene las habilidades necesarias para llevarlo a cabo y le supone un desafío importante para su desarrollo en la empresa,  ésta persona estará motivada por el trabajo a llevar a cabo y es muy fácil que, sin darse cuenta, entre en el flujo al llevar a cabo esas tareas.

Trabajar en el flujo es la mejor manera de trabajar porque entregarás toda tu capacidad en la tarea que estás haciendo y la harás de manera efectiva. Para ello tienes que saber si el nivel de tus habilidades y de tus desafíos están por encima de lo que consideres la media. Deberás buscar cosas que te supongan un gran desafío y deberás abandonar tu zona de confort para desarrollar tus habilidades y, de esta manera, poder entrar en el flujo para trabajar.

Una vez que entras siempre se dan unas circunstancias:

  • Te sientes completamente envuelto por lo que haces, focalizado y concentrado.
  • Esta situación es seguida por una sensación de éxtasis que te saca de la realidad que te rodea  para centrarte en lo que haces.
  • Sientes una grata sensación de claridad, y sabes qué necesitas hacer y qué es lo que estás haciendo. Esto te proporciona una retroalimentación inmediata y positiva hacia lo que haces.
  • Sabes que la tarea se puede hacer a pesar de las dificultades que te puedas encontrar y que tus habilidades están a un nivel adecuado para llevarla a cabo.
  • Tienes una sensación de serenidad, sin preocupaciones sobre ti mismo y teniendo una clara sensación de crecimiento; tu ego queda relegado a un segundo plano.
  • No sientes el tiempo, te olvidas de tu mundo, estás enfocado en el presente, te sientes parte de algo grande, y las horas pasan sin que te des cuenta de cómo avanzan los minutos.
  • Motivación intrínseca. Sea lo que sea que produzca el flujo trae su propia recompensa y, cuando estas condiciones están presentes, lo que estás haciendo se convierte en valioso por sí mismo.

La capacidad de prestar toda tu atención a lo que tienes que hacer, a tu próxima tarea, es una de las claves del rendimiento excepcional, de la más alta productividad y efectividad. Conseguirlo te puede resultar más fácil cuando lo que tienes que hacer es algo que consideras de tu máxima prioridad y además te resulta un reto donde tus habilidades se tienen que poner a prueba.  Es maravilloso entrar en el flujo o en la zona. ¿Cuántas veces lo has sentido?, y cuando entras en ella, ¿cómo te sientes?,  ¿y qué logras?

 

José Ignacio Azkue