Es muy fácil que, en los tiempos que corren, donde lo habitual es vivir cabalgando entre las prisas y la creencia de que no podremos llegar a todo, nos sintamos desmoralizados. Y que, en consecuencia, nuestros pensamientos sean de vulnerabilidad y de impotencia ante el caos que nos rodea y que no controlamos.

Puede que, ante esta situación, llegue un instante en que te pares a pensar por un momento: “debo aumentar o mejorar mi productividad”, “tengo que cambiar porque así no se puede seguir”.

Y tal vez tengas razón. Puede que identifiques ciertas deficiencias en tu forma de gestionar tu trabajo y el resto de tus cosas, como también lo es que sientas que las horas no rinden lo que consideras adecuado y, como consecuencia de todo ello, ves que pasan los días y que los resultados que pretendías alcanzar no llegan como deberían.

Además, es muy probable que conozcas, o que te hayan llegado noticias, de que hay personas muy productivas que controlan sus compromisos y quehaceres y que, además, logran buenos resultados. Es más, es muy fácil que te hayas informado y que te hayas apuntado a algunos blogs que tratan sobre este tema; que, tal vez también, te hayas leído algún libro de autoayuda, con el que poder transformar tu vida y ver alcanzado tu deseo de ser tan productivo como esas personas.

Pues bien, te tengo que dar una buena noticia. El primer paso, no sé si el más difícil, pero si el más importante, en mi opinión, lo acabas de dar.

Un viaje de mil millas comienza con el primer paso” Lao-tsé.

El primer paso que hay que dar para mejorar lo que te está sucediendo, es aceptar lo que te está pasando. Es decir, identificar qué te ocurre y cuáles son sus consecuencias, para poder, desde ahí, visualizar lo que podrías lograr con el cambio. Ahora bien, solo con esto no es suficiente; ahora necesitas las técnicas con que llevarlo a cabo.

Las personas productivas no lo son por casualidad. Lo son porque tienen adquiridos ciertos hábitos, han roto y cambiado ciertas creencias y han adquirido unas técnicas que han aprendido, en general, de otros.

Solo por trabajar duro no se consiguen las cosas. Ten en cuenta que esto es lo que hace la mayoría de las personas que tienen algún déficit en productividad. Se esfuerzan mucho, pero obtienen resultados pobres.

Lo siguiente que necesitas es motivación. Y esto, aunque puede parecerse al punto anterior, no es lo mismo. Una cosa es detectar una necesidad y otra muy diferente tener ganas de cambiar. Y nadie lo hace porque otro, por muy experto que sea en la materia, se lo diga. Una persona cambia cuando ve los motivos para cambiar y tiene las ganas, y se siente capaz, de hacerlo.

Si bien desde pequeños vamos adquiriendo conocimientos que nos permiten nuestro desarrollo, nadie refuerza nuestra autoestima y nuestra capacidad para confiar en nosotros mismos y, de esta manera, aprender a enfrentarnos con ganas e ilusión a los retos que nos pueda suponer realizar cambios, por mucho que sepamos que estos son beneficiosos. Para mejorar nuestra productividad los tenemos que llevar a cabo, y ser capaz de ello es una ventaja.

Tener claros los motivos y las ventajas del cambio es muy importante, la forma de conseguirlo será soñando con ello, imaginándolo, visualizándolo y poniéndole fecha tope para lograrlo. Después, no queda más que trabajar duro persiguiendo tus sueños hasta alcanzarlos. Lo que alcances dependerá más de lo que te creas capaz de alcanzar y de las ganas que pongas para conseguirlo que del esfuerzo que realices para ello. El esfuerzo cansa y termina por rendirte, en tanto las ganas y la confianza te empujan sin apenas necesidad de descanso.

Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas” Paulo Coelho.

Una vez que nos hayamos decidido a realizar los cambios necesarios y nos hayamos puesto en marcha para lograrlo, tenemos que mentalizarnos y cargarnos de paciencia pensando que el proceso será de largo recorrido.

Hay personas que por su carácter son impulsivas e impacientes y cuando deciden algo quieren conseguirlo enseguida. Para estos individuos es muy fácil fracasar en el intento. Si eres de ésos a los que le ha ocurrido esto alguna vez en el intento de mejorar tu efectividad, pregúntate si has sido demasiado impaciente y no has dejado que el tiempo afiance los hábitos a adquirir o modificar. Pregúntate también si los cambios que has intentado hacer han sido tan radicales que no has sido capaz de digerirlos ni afianzarlos.

El cambio necesario para mejorar la productividad lo podemos comparar a una carrera de maratón, algo que nunca podremos considerar como una carrera de sprint. En una carrera de fondo, de largo recorrido, debemos dosificar nuestras fuerzas desde la primera zancada, deberemos hidratarnos constantemente, incluso recargar, de vez en cuando, nuestro organismo de energía para poder continuar, pero sobre todo deberemos mentalizarnos en que va a ser difícil y que el sufrimiento va aparecer enseguida.

La paciencia es fundamental en este caso, ya que nunca lograremos cambios importantes, ni conseguiremos fijarlos para mantenerlos, sin una repetición constante y espaciada en el tiempo. De modo que, para triunfar, es imprescindible ir eligiendo pequeñas píldoras que podamos asumir e ir centrándonos en ellas, y solo en ellas, hasta que hagan su efecto. Una vez conseguido esto elegiremos otras píldoras para trabajarlas con paciencia.

Tu vida no mejora por casualidad, mejora por el cambio” Jim Rohn.

También es importante empezar lo antes posible. Una vez identificados la necesidad y el deseo, y contando que hemos reunido la motivación necesaria, es imprescindible abandonar nuestra zona de confort y ponernos en marcha cuanto antes. De lo contrario podemos caer en la apatía que poco a poco se nos va a presentarse a la vez que se diluyen en nuestra mente la ilusión por las mejoras y beneficios que habíamos visualizado.

Porque nuestros conocimientos, habilidades, competencias, actitudes, comportamientos, hábitos y creencias nos llevan siempre a permanecer en nuestra zona de confort. Nuestro cerebro, que es como es, tratará de sabotear toda iniciativa para que no la abandonemos y, para ello, nos pondrá delante de nuestras narices mil y una excusas.

Sin embargo, ahí fuera se halla la zona de aprendizaje donde, para cambiar, tendremos que desaprender ciertas cosas y aprender otras nuevas. En esta zona es donde experimentaremos, cambiaremos hábitos, cuestionaremos creencias, compararemos experiencias y sacaremos conclusiones que nos refuercen las ganas de seguir en la zona para progresar.

Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo…. del miedo al cambio” Octavio Paz.

Si bien hay personas a quienes apasiona y disfrutan del aprendizaje y del cambio, sin embargo, hay muchas otras que, nada más sacar el pie fuera, sienten escalofríos y vuelven corriendo a su zona de confort pese a que ahí puedan estar muy mal, pero se trata de territorio conocido, fuera del cual, en vez de sentirse en zona de aprendizaje sienten estar en la denominada zona de pánico. Son quienes ponen mil excusas ante cualquier cambio.

Es normal y muy fácil que, al intentar aprender nuevas técnicas, nos sintamos indecisos de continuar porque somos conscientes de que todavía falta mucho por aprender, y es frecuente tener miedo al no saber qué no se sabe.

Por eso, para vencer estos miedos, estas inercias a la falta de acción, es importante tener conciencia de porqué y para qué queremos hacer los cambios. Si los tenemos muy claros, pasar a la acción será mucho más fácil y experimentaremos un placer con cada pequeño avance, con cada pequeño paso que vayamos dando y nos acerque cada vez más al objetivo final: mejorar la productividad.

 

José Ignacio Azkue