A menudo oigo a personas que me cuentan, que tienen la sensación de que su trabajo y sus obligaciones han llegado a un nivel en el que se sienten desbordados, y no por causa de su falta de competencias o conocimientos, ni de su falta de capacidad para asumir responsabilidades, sino a la cantidad de cosas que les abordan todos los días y que les obligan a desatender otras. En esta situación se encuentran con un sentimiento, primordial para la especie humana como es la felicidad, que se ve seriamente comprometida. Y se ve así porque no se tienen en cuenta algunos aspectos primordiales, precisamente ésos que nos  hacen sentir que vivimos de una manera  plena y equilibrada.

La felicidad no sólo consiste en tener y acumular riquezas y cosas o en llegar muy alto según nuestras ambiciones. A menudo es más importante sentir y agradecer lo que tenemos en los diferentes aspectos de nuestra vida,  que conseguir más. Dentro de este sentimiento, debemos de procurar que nuestra vida, y todo lo que la rodea, se mantenga en equilibrio entre diferentes áreas; áreas que forman parte de nuestra vida sin que lleguemos a ser conscientes de ello en muchas ocasiones.

En cuanto nos encontramos en la situación que describía al principio de este artículo, inconscientemente empezamos a arrinconar  una serie de “cosas” importantes para nosotros pero que, misteriosamente, dejan su protagonismo a otras que, si el proceso fuera consciente, nunca superarían en importancia a las anteriores.

Cuando pregunto en mis seminarios: ¿qué es más importante para vosotros: la familia, el trabajo o vosotros mismos?, la respuesta siempre es la misma: Todos coinciden sin excepción, en el mismo orden de importancia,  e incluso, sé positivamente que algunos mienten al dar la respuesta: la familia, el trabajo, nosotros.

Para mí este orden es erróneo, porque primero deberíamos  estar nosotros, después la familia y, por último, el trabajo. Ponerme yo el primero  no se debe entender como un modo egoísta de proceder, en el que “soy yo” lo primero ante todo. No, ése no es el concepto. Me pongo primero “yo” para poder estar en óptimas condiciones y, de esta manera, poder entregar lo mejor de mí, primero a mi familia y después a mi trabajo.

Pues bien, volvamos a la situación inicial. ¿Por qué, en estos casos, abandonamos y nos olvidamos de nuestra persona, nuestra familia y anteponemos el trabajo a todo lo demás?

Probablemente porque sentirnos desbordados por nuestro trabajo, no nos permite visualizar nuestras áreas de responsabilidad. El hecho de dejarse absorber por todo el trabajo pendiente impide sentirse mejor tomando otras elecciones.

Los que seguimos la metodología de GTD, conocemos y tenemos meditadas e identificadas estas áreas. Tenemos dónde tomar, y cumplir sin que se nos olviden, otras obligaciones.

Dentro de las diferentes alturas de perspectiva hay una muy concreta que nos permite recordar esto. Son los 6.000 metros, las áreas de enfoque y responsabilidad. El simple hecho de  identificar diferentes aspectos relacionados con esta perspectiva te animará y facilitará que te pongas proyectos y cosas para hacer, para que tu vida sea más equilibrada tanto en lo profesional como en lo personal.

Este nivel de compromiso tiene dos vertientes: una es el trabajo y la otra es tu vida. La primera viene determinada por el puesto de trabajo de cada uno; la segunda abarca aspectos tan diferentes pero esenciales para el equilibrio de tu vida como son los hijos, la pareja, el ocio, la salud, tu formación, tu desarrollo, la religión, la ética, tus finanzas, etc.

Cuando eres capaz de identificar que tienes que hacer algo respecto de tus responsabilidades y las tienes presentes en tu correspondiente nivel de perspectiva, es cuando, siempre, tendrás dispuesto algo para hacer con respecto a ellas. Y lo harás.

GTD como método productividad no te va a dar la felicidad que todos ansiamos, pero te va a ayudar a tener en cuenta aspectos sin los cuales, es más difícil tener el equilibrio necesario para que la felicidad llame a nuestra puerta y se quede con nosotros de manera más estable.

La persona productiva no sólo lo es porque en su vida profesional logre los objetivos que se haya propuesto, sino también porque cumpla unos objetivos y mantenga un equilibrio en su vida no profesional. La felicidad está en relación con lo que haces y sientes. Difícilmente si haces cosas que no te gustan serás feliz, pero si dejas de hacer lo que te gusta te pasará lo mismo. La gente que disfruta con lo que hace es mucho más productiva que aquella que no tiene pasión en su vida.

¿Qué es lo último que has hecho en concreto para mejorar alguno de estos aspectos de tu vida?, ¿cuándo has meditado la última vez sobre ellos?, ¿qué proyectos te vas a poner para equilibrar tus responsabilidades personales?, ¿eres productivo y feliz?

 

José Ignacio Azkue