La semana pasada publiqué un artículo titulado: “El e-mail, las interrupciones, las reuniones. ¿Pero cuándo trabajamos?”. Este quiere ser una continuación de las reflexiones que en este artículo realizaba.

Por nuestro trabajo, estamos en contacto con numerosos profesionales, todos trabajadores del conocimiento, a través de nuestros seminarios “in company”. Es muy habitual y normal detectar y que te confiesen que sienten una serie de síntomas provocados por las constantes interrupciones, por los numerosos imprevistos que se sufren hoy en el trabajo, por los correos electrónicos que no cesan de llegar a lo largo del día, por el desánimo que provoca las continuas convocatorias a reuniones, que saben no les van a aportar nada más que perdida de oportunidad de realizar bien su trabajo.

Todos estos síntomas son muy claros: ansiedad, estrés, desmotivación, dispersión, mal humor, trabajar muchas horas, sentir que los resultados no son los que se podrían esperar, malos rollos con los compañeros, sentir desaliento ya que los jefes no ayudan sino que son los primeros en interrumpirle y desorganizarle el día con sus continuos cambios de prioridades, desatención a la familia, abandono del ocio y de los hobbies y una larga lista de más síntomas.

¿Quién no conoce gente que sufre por esto? No hace falta investigar los orígenes de todos estos males. Están muy claros y se encuentran en el mismo trabajo. La forma en que nos gestionamos nuestro día nos provoca todas estas consecuencias. No es que estemos enfermos, sino que la propia organización en la que trabajamos, nos facilita síntomas que se podrían confundir con ciertas enfermedades.

A nadie se le ha enseñado cómo enfrentarse a esta nueva naturaleza del trabajo. Hace unos años, esto no sucedía. El trabajo era más relajado, las comunicaciones no eran tan inmediatas, la informática no estaba tan desarrollada y los móviles eran privilegio de unos pocos. Sin embargo, tratamos de realizar nuestro trabajo de la misma manera que en aquellos años. El trabajo ha cambiado, pero nosotros no.

El problema radica de raíz en las organizaciones y empresas, no se presta atención a estos síntomas ni al coste por improductividad que generan. El análisis más básico por parte del departamento responsable arrojaría cifras increíbles. Pero nadie hace nada. Las organizaciones y las empresas parecen estar aletargadas como las vacas cuando ven pasar el tren. ¿Es que no se dan cuenta que se pierde el tiempo?, ¿que se interrumpe constantemente?, ¿que no hay quien pueda con el e-mail? Miran a otro lado.

No se han parado a analizar la nueva situación. Tal vez no son conscientes de que algo ha cambiado en el trabajo. Es preferible pensar así, a creer que desprecian las consecuencias que sufren sus empleados y al final las propias empresas.

Por experiencia lo digo y me lo comentan mis clientes. Esto tiene solución. Además fácil y tremendamente rentable. Se mejoran los resultados y la satisfacción laboral. Algunas organizaciones se están dando cuenta, están reaccionando y poniendo los medios necesarios. Sin duda avanzarán y las demás, se quedarán como vacas mirando pasar el tren.

 

José Ignacio Azkue