Si queremos mejorar nuestra productividad, nuestra manera de trabajar, si queremos ser más efectivos en cualquier aspecto de nuestra vida, tendremos que realizar, sin duda, algunos cambios. Las modificaciones, los giros, pueden tener diferentes calados en nuestra vida. Algunos tocarán nuestros hábitos, otros nuestras creencias, incluso tendremos que procurar modificar el modo de hablar con nosotros mismos.

Nuestras creencias conforman la visión a través de la cual percibimos lo que nos rodea. Esto nos lleva a que nuestros pensamientos, las conclusiones que saquemos a través de ellos, y la forma en la que dialoguemos con nosotros mismos, nos pueden llevar por el camino del éxito o al del fracaso. Todo depende de cómo sea nuestro diálogo interno, y éste sólo depende de cada cual.

La conexión que se da entre las palabras, las emociones y las acciones es evidente. Nuestros pensamientos dan sentido y forma a todo lo que ocurre a nuestro alrededor de forma que los traducimos, los expresamos e interpretamos mediante la palabra.

Todos llevamos puestas “unas gafas con las que vemos nuestra vida”. Esta forma de ver, estos cristales, están conformados en base a nuestras experiencias, nuestras creencias y nuestras convicciones.

Y, seamos conscientes o no, se alojan en lo más profundo de nuestra personalidad y en la forma de ser de cada persona. Esto nos conduce a que el diálogo que constantemente mantenemos con nosotros mismos influya de manera decisiva, con toda la carga de profundidad e importancia que pueda tener este hecho, en las acciones que llevamos a cabo y que nos conducen por la vereda de la vida.

La felicidad no es algo hecho. Proviene de tus propias acciones” Dalai Lama.

Las palabras, y los sentimientos que conllevan, pueden ser positivas, alentadoras, gratificantes o, todo lo contrario, pueden ser nocivas, tóxicas, desmotivantes, limitantes e incluso terroríficas; y que tengan un sentido u otro sólo depende de nuestros esquemas mentales, es decir, de nosotros mismos y, al final, de cómo nos habituemos a expresarnos en nuestras conversaciones interiores.

Y esta es la buena noticia: al igual que con los hábitos, podemos también cambiar la forma de expresarnos en nuestro dialogo interno, podemos cambiar los aspectos negativos de las palabras por otros no tan nocivos o que tengan un sentido positivista.

Existen estudios científicos sobre el impacto que determinadas palabras ocasionan en nuestra mente. Palabras como peligro, imposible o miedo afectan a nuestro cuerpo e incrementan el nivel de estrés. Sin embargo, otras palabras como capaz, logro, valioso, alcanzar, producen el efecto contrario.

No es lo mismo decirnos o pensar: “no puedo conseguir esto”, que: “hoy no tengo suficiente experiencia sobre esto, pero es una buena oportunidad de cambiar, de crecer y de aprender algo nuevo e importante parta mi”

Nunca verás el arcoíris si siempre estás mirando hacia abajo” Charles Chaplin.

Incluso el simple hecho de cambiar una palabra por otra, puede llevar consigo un cambio importante en la percepción de la idea, y esto te puede incluso acercar a ese objetivo que veías lejano o imposible para percibirlo como algo más asequible y cercano.

El cambiar la palabra “pero” por la “y” puede hacer variar nuestra percepción de una situación. “Quiero cenar con mi familia, pero debo terminar este informe” es muy diferente de “quiero cenar con mi familia, y debo terminar este informe”. Con la palabra “pero” estoy creando un conflicto entre los dos deseos y asignado mayor importancia a uno que al otro. Mientras que con la palabra “y” ese conflicto no existe y estás dando una oportunidad a tu cerebro para que procese dos oportunidades, para que busque una solución que compatibilice ambas.

Lo mismo ocurre con “tengo” y con “quiero”. Si mi diálogo interno gira en torno a “tengo que buscar una solución a este problema”, parto de la negatividad o incluso desde una sensación desagradable. Muy diferente es plantarme “quiero buscar una solución a este problema”, pues desde esta posición estaré focalizando el deseo con el beneficio.

Simplemente el cambiar el orden de las palabras también puede hacer que nuestra percepción sea otra; “Lo intentaré, pero es difícil” cambia completamente cuando me digo “es difícil, pero lo intentaré” y cambia aún más radicalmente cuando pienso “aunque es difícil, lo intentaré”.

El problema aparece cuando tomamos como verdades absolutas percepciones relacionadas con otros momentos determinados y nos olvidamos de que son imágenes que reflejan la manera en la que hemos aprendido a dialogar internamente.

La gente positiva cambia el mundo, mientras que la negativa lo mantiene como está” Anónimo.

Debemos determinar si nuestro proceder nos está sirviendo para enfrentarnos y superar los condicionamientos que se nos presentan o, simplemente, nos están creando un mundo lleno de limitaciones.

Si somos conscientes de que se da esta última circunstancia, probemos a utilizar un lenguaje diferente, y es muy probable que caigamos en la cuenta de que un problema no es tan difícil de resolver como parece, y que podemos tener más control sobre nuestra vida de lo que realmente creemos.

Por supuesto, este trabajo de constante introspección nos va a acarrear un esfuerzo hasta que cambiemos la forma de llevar nuestro dialogo interno. La cuestión a dilucidar es si queremos llegar a ser creadores y dueños de nuestra realidad y de nuestro destino o, por el contrario, nos conformamos con lo que pensamos que puedes ser irremediable. Cada cual deberá elegir su forma y manera de hablar consigo mismo.

 

José Ignacio Azkue