El ser humano, por naturaleza, tiende siempre a buscar su independencia y libertad. No hay nada en la mente de cada uno como el deseo de ser únicos, de ser nosotros mismos, para perseguir nuestros sueños. Por eso, uno de los mayores placeres que sentimos en la vida viene como resultado de ser espontáneos y auténticos cada día mientras realizamos actividades que nos interesan.

Cuando sentimos lo contrario, cuando nos hallamos frustrados y nos parece ver que nuestra vida no avanza por el sendero que deseamos es cuando, día tras día, percibimos que nos conformamos y que fingimos una falsa satisfacción mientras hacemos cosas que no nos apasionan ni llenan nuestras expectativas lo más mínimo.

Siempre que nos encontrásemos en esta situación, nos deberíamos hacer al menos un par de preguntas para evaluar los días en los que logramos vivir satisfactoriamente. Por ejemplo, ¿el día de hoy hemos sido la persona que deseamos ser y hemos actuado de acuerdo con nuestros intereses?, o ¿hasta qué punto hemos pasado el día realizando tareas que nos acercan a nuestros objetivos, metas o deseos o, por el contrario, hemo sido esclavos de las distracciones, de los esfuerzos inútiles, de las circunstancias?

Si quieres vivir una vida feliz, átala a una meta, no a una persona o a un objeto” Albert Einstein.

Resulta muy fácil, dada la complejidad del trabajo de hoy en día y de la inmediatez con la que nos lleguen las cosas que, como consecuencia, nos cambien constantemente nuestros fútiles planes y que nos arrebaten la posibilidad de vivir nuestra verdadera vida, y esto puede que nos ocurra día tras día. El constante vaivén de cosas que cambian a una velocidad que nos podemos seguir, nos hace olvidar lo que de verdad queremos y nos distrae de nuestros objetivos. Esta circunstancia nos lleva por el camino de abandonar lo nuestro y estar contantemente haciendo lo que otros nos dicen o piden, ya sea a través del correo, las llamadas, las interrupciones, etc.

Decimos que sí a todo o a casi y todo y, al final, terminan siendo tantas cosas que acabamos sin tiempo para aquellas que de verdad sí nos interesan. De esta forma, nuestro presente pierde su sentido y, como consecuencia, a nuestro futuro también le ocurre lo mismo; es más, perdemos casi toda la posibilidad de acceder a él a través de nuestros actos conscientes, decididos y meditados.

La verdadera libertad y la plena conciencia para poder decidir sobe los actos de cada cual, solo pertenecen a quienes controlan su presente. Estas personas se caracterizan porque tienen una altura superior de control sobre su atención y sobre el rumbo al que quieren dirigir sus vidas. Para ellos, controlar el ahora es de vital importancia, ya que son conscientes de que, de este modo, pueden elegir las acciones a realizar para alcanzar un destino concreto.

Estas personas despiertan cada día sabiendo y teniendo conciencia del futuro que desean. Tienen la cualidad y los hábitos necesarios para mantenerse concentradas, son inflexibles y diligentes con lo que saben que tienen que hacer, y basan su productividad en la calidad más que en la cantidad. Pero, como todos los humanos, también pueden fallar y perder el rumbo conveniente a causa, sobre todo, de la sobredosis de estímulos externos que tratan de desorientarlas constantemente.

Cuando son conscientes de que les está ocurriendo esto, tienen la sangre fría para pararse a pensar para tratar de ver si van por la senda correcta, y si sus actos les hacen avanzar hacia lo que desean. Y, lo más importante: en cuanto se dan cuenta de que van por el camino de la zozobra, de las distracciones, de las interrupciones, son capaces de parar para levantar la cabeza, para ver hacia dónde les dirigen lo que están haciendo, para aclarar su visión, reorientar de nuevo su rumbo y seguir hacia el destino que habían elegido.

Aprende del pasado, prepárate para el futuro, pero vive en el presente” Joyce Meyer.

Es fácil distinguir entre la diferente actitud y motivación de estas personas y las de los sufridores, quejicas y negligentes que carecen de una ruta claramente definida, así como de la pasión necesaria para transitarla y, para quienes el trabajo termina siendo, en vez de una oportunidad, un sufrimiento diario.

Son éstos últimos los que se dedican a ocupar su tiempo con tareas inmediatas, sin intentar mirar el horizonte, antes de realizarlas, para ver a dónde se dirigen con ellas. Y aunque no son felices reaccionando de esta manera, sienten de alguna forma una falsa sensación tranquilizadora por estar ocupados, y ni tan siquiera se paran a analizar que se dedican a realizar durante gran parte de su vida tareas sin importancia. Es muy probable que tengan miedo de plantearse y mirar al futuro para definirlo y que, además, se sientan más cómodos con su condición, ya que es más fácil justificarse por su actitud, al dejarse influenciar por el ruido de las exigencias de otros.

A estas personas les cuesta concentrarse y carecen de una verdadera disciplina. Son las que ponen una excusa tras otra y tratan de echar balones fuera para, de este modo, evitar su responsabilidad ante la dificultad que sienten por avanzar. Viven de esta manera en una negación interior y auto silenciada para evitar enfrentarse a la verdad de que su plan de vida es insignificante y no les conducen claramente a algo concreto.

Cuida el presente porque en él vivirás el resto de tu vida” Facundo Cabral.

Y todos nosotros somos o una cosa o la otra; o el luchador incansable tras su propósito o el resignado, rezagado y distraído que compite por sobrevivir. ¿En cuál de los bandos estás?, ¿te permites vivir sin rumbo claro en tu vida?, ¿careces de cualquier ilusión que te sirva para tomar decisiones?, ¿te pierdes con frecuencia las oportunidades que te ofrece la vida porque tienes que atender las exigencias y necesidades de otros y vives en un mundo de distracciones? ¿o, por el contrario, conoces y tienes claro lo que has de hacer y de lo que debes ignorar?

Podemos diseñar nuestro plan de vida y de trabajo de forma que cada día amanezca marcado por la claridad de las acciones que vamos a llevar a cabo. Para ello deberemos habituarnos a controlar nuestra atención, a pensar antes de actuar, a controlar las distracciones, a no dejarnos vencer por la tentación de entregar nuestra fuerza a las demandas de otros.

Tomemos en serio nuestro día y controlemos nuestro presente. Tomemos en serio nuestros objetivos y disfrutemos de una vida llena de sentido. Valoremos de una vez por todas la importancia que tiene cada decisión que tomamos en el presente y neguémonos a entregarnos a las distracciones, a las cosas más fáciles, a las estupideces con las que convivimos en este mundo de la inmediatez.

Es hora de labrarnos nuestro propio camino a través de recuperar el poder de decisión sobre nuestro presente.

 

 

José Ignacio Azkue