Aunque nos cause una cierta extrañeza, no son las habilidades que tenemos las que determinan cómo nos sentimos, sino las que pensamos que tenemos.
De modo que si piensas que eres bueno haciendo algo, lo seas o no, lo harás. Lo contrario también pasa y esta vez es como para entristecernos, pero si tú crees que no eres lo suficientemente bueno haciendo algo, difícilmente lo harás y dejarás pasar oportunidades.
Las personas que no tienen miedo a fracasar son más propensas a luchar por lo que quieren. Lo que les convierte en personas enormemente productivas. No se quedan pensando que les gustaría hacer algo. Lo hacen.
Hay casos en los que no es aceptable el fracaso, por ejemplo, una operación quirúrgica. Sin embargo, para los trabajadores del conocimiento, el fracaso puede significar una buena señal. Nos indica que hemos empezado a hacer algo.
Esto nos lleva a un tipo de personas que les cuesta mucho conseguir cosas. Los perfeccionistas.
Estos nunca piensan que son lo suficientemente buenos, o que a su trabajo, aun le falta algo. Les cuesta mucho poder acabarlos. Al principio son ellos los que no están preparados y no empiezan, cuando lo hacen, es el trabajo el que nunca está preparado.
Se da la paradoja que o bien no empiezan un proyecto, o si lo empiezan, se queda en un cajón tristemente guardado por mucho tiempo.
No obstante y salvo raras excepciones como puede ser la operación quirúrgica, en el mundo del trabajo, no se recompensa la perfección, sino la productividad a través de la imperfección.
Pero ¿cómo puedo evitar caer en el perfeccionismo? Tres pequeños consejos.
No intentes hacer algo bien en una sola vez. Limítate a hacer varios intentos. En vez de tratar de hacer una presentación, dedícate a sólo unas cuantas diapositivas. No intentes en seis meses llegar a la cima en tu empresa. Ponte una meta moderada y realista y cúmplela. Luego, ve a por la siguiente.
Haz lo que te parece bien a ti, no a los demás. Siempre tenemos que escuchar, leer y aprender de los demás, pero luego debemos ser nosotros los que nos esforcemos en ser verdaderamente buenos.
Escoge bien y con inteligencia de lo que te digan tus amigos, compañeros y jefes. Las críticas son útiles casi siempre y sobre todo cuando te las hacen con cariño, respeto y con la intención de ayudar, pero con las que provengan de los celos, envidias, inseguridad o arrogancia, o las hacen personas que no nos conocen, lo mejor es ignorarlas.
En el trabajo del conocimiento, cuando tenemos personas a nuestro cargo, nuestro trabajo será eliminar los obstáculos que no permitan a los demás dar lo mejor de sí.
Evitemos ser nosotros el obstáculo juzgando el trabajo de los demás de manera especialmente dura. Si somos demasiado estrictos con alguien, lo corregimos frecuentemente o nos fijamos más en sus errores que en sus aciertos, estaremos minando la confianza y la autoestima de esa persona. En esas condiciones no esperemos mucho de él y será por nuestra culpa.
Antes de decir a alguien que está haciendo algo mal, dejémosle que lo hagan varias veces. De esta manera seguro que avanza en la dirección correcta.

 

José Ignacio Azkue